Hoy es una de las pocas veces en las que vuelvo en una
pequeña parte a ser yo, la yo de antes, la que escribía cosas más existenciales
que una nostalgia pasional (aunque en el fondo sé que terminaré hablando aunque
sea un poco de ello, como ha sido en las entradas de los últimos meses).
Lo haré de la siguiente manera:
“¿Haz sentido alguna vez que haces las cosas por inercia?,
como si sin darte cuenta estuvieras lavando un plato y de la nada te percataras
de ello…”. Una entrada de principios del año pasado era así y la gracia de
volver a recordarla era para ocasionar una especia de deja vú en mi mente y e
gracias a ello percatarme que lo que me pasa hoy viene desde hace mucho antes
de lo que yo imaginaba.
La gente que me ve como una mes al mes o incluso menos
comenta sobre mi aparente delgadez. Yo quedo estupefacta porque en los últimos
meses he estado comiendo más que de costumbre . Comentan también sobre lo largo
que está mi cabello, y sobre las mania extrañas que he agarrado.
Y me percato que he vuelto a actuar por inercia… ¿o acaso
nunca dejé de actuar por ella? Me pregunto.
No lo sé, pero de lo que sí estoy segura es de que siempre
fue la punta del iceberg, lo que me quiso dar indicios de algo el año pasado y
que preferí ignorar y no hacerle caso al sabio cuerpo. Hoy, y gracias a múltiples detonante (entre ellos mi estado
melancólico – pasional) por fin puedo darme cuenta de que es.
Siempre me he considerado diferente al resto en algunos
aspectos y ¿quién no se considera así?. Se sabe que las crisis adolescentes son
comunes en ese periodo, el planteamiento del todo: de la existencia, de tus
rasgos, actitudes, búsqueda de identidad y todas esas mierdillas que dicen los
libros de autoayuda.
Si analizo la situación yo padecí parte de ello como lo debe
padecer alguien normal (y quizás normalmente intenso…) pero no en su totalidad
pues a esa edad estaba preocupada de una ideología de perfección, de
sobreprotección a alguien mucho más pequeño
y una familia que me pedía ambas cosas ya nombradas más el hecho de que
no se podía expresar malestar ni bajeza ante nada. Pues ahí estaba yo, ante mis
preocupaciones y sobreprotecciones de mis padres que me confortaban y
amortiguaban de todas estas cosas que debían pasar y asumir, viviendo en un
mundo más adulto, preocupado y dramático que el de una persona que podía
mandarse errores y remediarlos a tiempo. Y en estos tiempos te das cuenta que
sin esa protección fraternal y con algunas responsabilidades lejos porque así
preferí que fuese, esas crisis acumuladas golpean como si fueran bolas de nieve
atentando contra la poca seguridad que poseo. He quedado vulnerable y con
muchas dudas, confusiones, búsquedas y escaso ímpetu.
Alguien mayor y cercano me ha dicho que no he vivido nada de
mi juventud y que ya no viví cosas de adolescentes
por preocuparme de otras obligaciones. Sí, ella se siente culpable pero ya es
tiempo pasado y qué hacerle. Me ha
confesado que por esa razón prefería que me hubiera quedado en mi ciudad natal
en un año sin hacer nada, para encontrarme a mi misma, descubrir la
irresponsabilidad pero sin dejar de ser responsable o perder mi esencia, vivir…
ser yo, pero me queda más que claro que eso en mi casa hubiera sido imposible.
No me arrepiento de la decisión que tomé de venir acá, de
“escapar” de casa por decirle de alguna manera más colorienta. ¿Sabes por qué?,
porque he aprendido a la mala muchas cosas, a tropezones, caídas, llanto bien
salado y paseos por la costanera. He aprendido desde a hacerme una buena sopa
con merkén hasta tomarle el real peso a estudiar sin ser vigilada (bueno, eso
ya lo hacía antes), el preocuparme má de mi seguridad que el de saber que
tendré una mamá infinita cuidando de mi, el no sé sobrellevar relaciones
amorosas, el que me cuesta avanzar y sigo siendo susceptible al mundo exterior…
Valdivia me cambió la vida tanto en buenas cosas como en
malas y es por eso que no puedo dejar en el olvido el año 2011, a pesar de que
hayan muchas cosas que quiera borrar, no puedo. NADA se debe borrar,
N-A-D-A. Fue un año de mierda y tampoco
es que hasta ahora cambie mucho, pero quejarme como lo estoy haciendo es de
mala agradecida.
Lo único que deseo ahora es sacarme este desgano enorme que
tengo, que me vuelvan los ánimo y sentir que la risa de verdad va a mis ojos.
¿Es mucho pedir volver a ser la de antes?... ¿o es mucho pedir volver a tener
mis ganas de antes?.
Cambia, todo cambia.
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